El reencuentro con la juventud, una mirada al ser…

The re-encounter with youth looking to be ...

Marlene Yasmin Cruz Ramírez
Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México, México
marleneycr@hotmail.com

 

Resumen
En una sociedad que avanza vertiginosamente y en donde la tecnología, la información y el consumo están impregnados de subjetividades y globalidad con pretensiones de uniformidad y competitividad, los jóvenes nos invitan a criticar con otra mirada este sistema aniquilante, así como a observar su presencia juvenil sujeta al proceso de construcción y de-construcción. El presente artículo contiene algunos referentes juveniles que pretenden hacer que nos reencontremos no solo con la juventud sino también con nosotros mismos de manera reflexiva y crítica.

Palabras clave: ser, jóvenes, identidad, espacios simbólicos, cultura.

Abstract
In a fast society where technology, information and consumption are impregnated in the subjectivity of the individual as a mark of this global world with pretensions to consistency and competitiveness, however the existence of youth in it makes us stop our dizzying ride on it to re-look and re-build their existence through an annihilating criticism system; and secondly the presence of these as subjects under construction and deconstruction. This article contains some references that aim to bring youth to re-encounter not only with youth but also with ourselves as reflective beings and critics.

Key words: being young, identity symbolic spaces, culture.
Fecha Recepción:     Diciembre 2014     Fecha Aceptación:  Junio 2015


Introducción
El sujeto se postra ante el mundo actual, mirándolo con ansia de conocer, seleccionar, competir y gozar; todo en un instante breve para acceder a la sociedad formativa, narcisista y hedonista.

Se trata de entrar en ese orden eficientista, donde los discursos que economizan establecen pautas homogéneas a cumplir, y donde los resultados de instrumentación deben ser los idóneos para el crecimiento acelerado de la economía global. El orden de vida a pregonar es aquel de una sociedad posmoderna que busca la configuración de sujetos individualistas y consumistas, ejerciendo control desmedido sobre la razón y donde la ausencia de lo humano es irrelevante, para continuar acrecentando el poder económico, político y social de la élite capitalista.

Ese panorama excluyente, asociado a dispositivos panópticos que han trazado líneas rectas bien delineadas para permitir caminar sobre una racionalidad instrumental, ha llevado no a un caminar seguro sino a la conformación de un laberinto “como una construcción a la que es fácil acceder, muy complicado llegar a su centro, y exageradamente difícil escapar de su interior, sobre todo por el conjunto de desviaciones, engaños, bucles y enredos que le caracterizan” (Meneses, 2015, p. 70), un entramado de significados y significantes.
El presente texto tiene como propósito re-conocer los modos en que los jóvenes se han aventurado a confrontar ese laberinto configurado por un sistema dominante, y que es a través de una serie de significantes y símbolos que han ido conformando una contracultura hegemónica para confrontar la arrogancia de ese saber absoluto; asimismo, los jóvenes se han estado negando a la aniquilación de su existencia.
De ahí resulta interesante leer y mirar. ¿Cómo lograr entender a  los jóvenes que vinculan sus modos de ser y estar en la sociedad actual desde una mirada analítica?, ¿cuáles son los aspectos culturales que participan en la constitución de un sujeto social crítico, que coadyuva al re-conocimiento de sí mismo? 
En las siguientes líneas se exponen algunos elementos históricos, conceptuales y ontológicos que nos permitirán hacer análisis reflexivos y críticos sobre la subjetividad de los jóvenes en un mundo complejo, para así “aprender de nuevo a pensar y a escribir, aunque para ello haya que apartarse de la seguridad de los saberes, de los métodos y de los lenguajes que ya poseemos (y nos poseen) ( Larrosa, 2000, p. 7); y dar ruptura a esos saberes absolutos que han sido moldeados en el vacío existencial.
Ser joven
No es nuestra intención conceptualizar qué es el ser, porque regresaríamos a ese camino metafísico vacío, sino, como diría Heidegger, partir de un interrogatorio con sentido sobre el ser, dando la entrada a que “todo preguntar es un buscar”, y con ello leer y escribir y reescribir, “qué es” y “cómo es” (2002, p. 14).
En este sentido, ¿qué son los jóvenes?, ¿cómo son?, alejados de ese término que surgió a mediados del siglo XX como una demarcación biológica y posmoderna que inserta al sujeto no solo a un orden disciplinario sino a una configuración de subjetividades bajo consignas utilitaristas y aniquiladoras.
Mirar el horizonte del ser como condición humana, “el ser, como aquello que quiere y que hace capaz, es lo posible este, es lo posible. En cuanto elemento, el ser es la fuerza callada” de esa capacidad que quiere, es decir, lo posible” (Heidegger, 2006, p. 17). Esa posibilidad no es un acto de existencia simplemente, sino la esencia del mismo ser humano lo que se hace presente en todo pensamiento, lenguaje y existencia misma.
Según Nietzsche, “la esencia del hombre es la existencia” misma que iremos desmarañando de ese mandato hegemónico, para así reconocer y reescribir la esencia de los jóvenes, mirando esa posibilidad que representan; mirar y construir al sujeto de otro modo y en otro sentido, para romper ese mundo efímero.
Solo así “comprendemos quién es otra persona al comprender las narraciones que ella misma u otros hacen. Es como si la identidad de una persona, la forma de una vida humana concreta, el sentido de quién es y de lo que pasa, solo se hiciera tangible en su historia” (Larrosa, 2013, p. 39).
Bajo esa tesitura, los jóvenes son constructos subjetivos con posibilidades de construir y deconstruir sentidos e identidades, que configuran la diferencia y la crítica en una sociedad uniforme y vacía.
Los jóvenes son seres portadores de lenguajes, múltiples simbolismos culturales que denotan sensibilidad, estética, creatividad, sexualidad, resistencia, con los que van entretejiendo identidades e  historia de vida, por un lado imaginarios pero también abiertos a la posibilidad de cuestionar un mundo líquido a través de una cultura juvenil.
Lo juvenil a partir de esa esencia tiene marcas de identidad (Kaplún 2002, Barbero, 1998) en un mundo complejo donde ellos se hacen presentes en los espacios públicos y privados; resistiendo y avanzando en su particularismo y por su deseo de libertad, participando en esa construcción de una sociedad en la cual no sean solo espectadores sino actores en la transformación del mismo (Touraine).
Modos de ser y estar en la sociedad
En esa búsqueda no solo de reconocer, sino también de reescribir un reencuentro con los jóvenes como sujetos en constante construcción y deconstrucción, es valioso conocer algunos fragmentos de esas historias que configuran esa cultura juvenil, que como bien señala el escritor Tenti no existen espacios enmarcados y diferenciados entre lo juvenil y lo institucional, más aún si estamos inmersos en un sistema neoliberal legitimado a través de discursos y artefactos.
No hay que olvidar la influencia de la escolarización en la configuración de los seres jóvenes, pues es un aspecto a considerar ya que la escuela también “crea juventud”, es decir, contribuye fuertemente a la construcción de estos nuevos sujetos sociales que producen transformaciones en las instituciones escolares (Tenti).
En este apartado, las instituciones educativas tendrán un espacio a reflexionar no solo porque son una estructura revestida de funciones racionalistas, socializadoras y progresistas, sino también porque son un escenario complejo donde se entrelazan historias, símbolos, imágenes, sentimientos, lenguajes, sonidos, sentidos que dan matices multireferenciales a los seres jóvenes, coadyuvando a su formación, la cual “implica una sensibilidad comprensiva e histórica particular, vinculada a modos de ser y estar en el mundo, dialógicos y cuidadosos de la subjetividad” (Meneses, 2015, p. 15).
Ese mundo juvenil con significaciones, identidades y espacios simbólicos, nos permitirá reconstruir la realidad simbólica de los jóvenes en la sociedad actual, y sentirnos comprometidos a mirar las distintas manifestaciones de la existencia juvenil, sin querer abarcar la totalidad en ese sentido.

Jóvenes: divertidos y peligrosos
Desde una lógica social individualista en un mundo de performances con arrogantes pretensiones de asegurar la permanencia del sistema que controla y extiende lo más posible una pseudocultura, se ha tratado, según Montesinos (2007), de domesticar a la juventud, demostrando que es peligrosa, “por una banalidad intelectual, de mezquindad moral, esta lógica general de rebeldías prefabricadas, felicidad simulada y pueril elusión de las responsabilidades…”(Montesinos, 2007, p. 11); estos elementos hacen referencia a una incompletud existencial determinante, y es por ello que a través de discursividades de tendencia performativa se manifiesta un interés por convertir a la juventud en una clase productiva y consumista.
No obstante esas exigencias de disciplina, se resisten a ser calladas y estallan por todos lados buscando y encontrando diversas maneras de hacerse presentes bajo sus propios códigos, lenguajes, saberes; buscando constantemente maneras de expresarse, relacionarse y jugar. De ahí que el peligro y lo prohibido habiten su ser como una negación a un mundo que los discrimina, agrede y los invisibiliza, por eso “los jóvenes son peligrosos porque sus manifestaciones gregarias crean nuevos lenguajes, y a través de esos cuerpos colectivos, mediante la risa, el humor, la ironía, desacralizan y, a veces, logran abolir las estrategias coercitivas”  (Reguillo, 2000, p. 94).
Son peligrosos porque se atreven a desenmascarar y confrontar una cultura arbitraria que de entrada los excluye por no tener la suficiente madurez física, psicológica y productiva; por representar un desorden de expresiones culturales (lenguaje, estética, ética) que escapa de ese convencionalismo racionalista de constantes y acelerados cambios.
Es preciso mirar y mirarnos en el mundo juvenil para reconocer los diversos textos en esta fluidez acelerada en la que nos encontramos inmersos y que poco nos detenemos a leer, como ese sujeto que busca constantemente jugar con las certezas efímeras de una cultura determinada como un “conjunto de preferencias sugeridas, recomendadas e impuestas en virtud de su corrección, excelencia o belleza)… una fuerza “socialmente conservadora” (Bauman, 2013, p. 12).
Lo juvenil resquebraja con su lenguaje, estética, espacios simbólicos y música esa preservación de statu quo de lo permitido exclusivamente, y ahí comienza el juego peligroso de resquebrajar ese “deber ser”, con simplemente ser y existir.
Impregnar su ser, sabiendo que “el lenguaje es la casa del ser, que ha acontecido y ha sido establecida por el ser mismo. Por eso debe pensar la esencia del lenguaje a partir de la correspondencia misma, esto es, como morada del ser humano”. 43 no necesita reglas funcionalistas para decirse, ya que desde el momento en que existe el joven este le pertenece.
Apropiándose de ese sentido, los jóvenes juegan con los ordenamientos gramaticales creando códigos escritos y verbales a su modo, haciendo caso omiso de signos de puntuación, empleando palabras condensadas, abreviadas, juegan con signos de puntuación formando iconos, y otorgando diversos sentidos a dichas palabras, emergiendo así distintos significados y estilos de expresión que los distingue de otras generaciones,. En la actualidad, el uso de las redes sociales, los teléfonos celulares, es un símbolo de identidad entre ellos, con los que han afianzado lazos de comunicación; podremos estar o no de acuerdo con ello, pero dichas expresiones denotan su voz, imagen y participación en la sociedad.
La imaginación es un referente valioso en ese ir y devenir jovial, entendido como “el medio esencial del conocimiento” (Larrosa, 2000, p. 27). Esta se entiende no solamente como “una relación reproductiva con la realidad dada (como en la concepción de la imagen como copia), sino también y sobre todo, como una relación productiva. La imaginación, por tanto, está ligada a la capacidad productiva del lenguaje…la imaginación, al igual que el lenguaje, produce realidad, la incrementa y la transforma (Larrosa, 2000, p. 27).
La imaginación está presente en sus expresiones artísticas y literarias, sus pensamientos, fantasías, miedos, tristezas y deseos. En la construcción de un mundo propio están lo lúdico y lo placentero, referentes de los jóvenes que entretejen a través de sus vínculos con sus pares una desafiante presencia mediante su vestimenta, su música, la red y su mundo virtual, los encuentros sexuales eróticos, su propio muralismo (graffitis y pintas), “el deseo de afirmarse, los tatuajes y su imagen de ruptura, las perforaciones como expresión de otra estética, la violencia como manifestación exacerbada de estos tiempos decadentes; la droga, el alcohol, el tabaco como medios que rompen la prohibición y posibilitan una instancia de placer y fuga, y por último, los estados de ánimo propios de la época, bordeados, después de todo y de toda la vorágine de estímulos icónicos…” (Carrizales en Arano, 2010, p. 126).
Esas expresiones denotan una multiplicidad de juegos en donde la tela, los colores, las formas, las consistencias, el cuerpo, los sentidos, los pensamientos, el lenguaje, el erotismo, los ritmos, las imágenes, los roles sociales, las reglas, los conceptos, las edades; todo forma parte importante del juego de sentirse vivo y de gozar.

La risa en los jóvenes
La manifestación de un gesto en los labios y el rostro es un signo subjetivo relevante. Este acto en la juventud puede denotar burla, crítica o goce, no obstante lo que hace interesante es lo incómodo y peligroso que resulta para el sistema solemne, rígido y frío; una risa es la ruptura de toda certeza, lo que resquebraja toda convencionalidad.
A partir de los siglos XVIII y XIX,  la risa se convierte en un gesto despreciable, vil, bajo e indecoroso, tan peligroso como tonto, acusándolo de superficial e incluso obsceno. “A la mecanización del cuerpo disciplinado responde la espiritualización-interiorización de lo cómico: la misma economía funcional con el objeto de evitar gastos desordenados, el mismo proceso celular que produce el individuo moderno” (Lipovetsky, 2010, p. 139).
La risa para esa cultura sacralizada significa transgresión, profanación, irreverencia, blasfemia, y por ello comienza a ser negada frente a la solemnidad fría y conservadora que representa perder el miedo, ya no a Dios como se sugiere en el filme El nombre de la Rosa , sino atreverse a cuestionar y escapar de las certezas efímeras del mundo líquido.
De acuerdo con Larrosa: “el primer motivo para hablar aquí de la risa es el mero hecho de su ausencia tanto en los libros de pedagogía como en las instituciones de educación” (2000, p. 154), y más aún la arrogancia de ignorarla en la construcción de la subjetividad juvenil. Para esta se hace presente de manera ruidosa, sonora y contagiosa, esa risa de la juventud que parece no tener motivo preciso, simplemente no se deja contener pues emite su sonido hacia donde los jóvenes se dirigen, y en todo lo que suelen hacer, desde despertar, leer, hasta esos encuentros íntimos y clandestinos donde el pretexto es socializar, divertirse y pasarla bien.
Sin embargo, la risa no solo se manifiesta como señal de emoción o placer, sino que la juventud ha sido capaz de portarla como una máscara para negarse y resistirse a ser excluidos en esta sociedad; la risa muestra la realidad desde otro punto de vista.
Los jóvenes a través de la risa desenmascaran la convencionalidad, la tradición, los hábitos, de una sociedad posmoderna performativa y aniquiladora, de ahí que no contengan su risa como para cuestionar, negar, rebelarse, divertirse y sentirse vivos frente a este sistema arbitrario que no puede limitarlos.
Asimismo, para el  filósofo Lipovetsky, la risa y el  humor es lo que acerca y seduce a los individuos; sobre todo los jóvenes, con ella se desahogan de su enfrentamiento con la realidad en desarmonía. Por otro lado, está prohibido reírse en los salones de clase, durante eventos oficiales, a la hora de comer, en receso, reuniones, etcétera. Pues el poder hegemónico detecta el peligro, mientras que el psicoanálisis incita a realizarlo por formar parte del ser.

Juntos a vibrar
Este tejido de significados estaría inconcluso si no analizamos el cuadro simbólico de las relaciones interpersonales que se entrelazan en los seres jóvenes como signos identitarios y de socialidad entre sí, para recorrer el laberinto de encuentros y desencuentros, ya que juntos pasan buena parte de su vida cotidiana en relaciones afectivas, lúdicas, creativas, comunicativas, musicales, artísticas, estéticas; con la finalidad de “vibrar juntos” (Maffesoli en Tenti,1996, p.138).
Los constitutivos identitarios de los jóvenes comienzan a establecer relaciones íntimas con el diálogo y sus encuentros simbólicos, porque la avidez de conocer, vivir y sentir se hace latente en la subjetividad de los mismos, en la convivencia desafiante, peligrosa, musical y erótica; y en esa historia cada uno de ellos narra su existencia y da sentido a su presencia en su mundo (Dubet en Weiss, 2012, p. 144).
En ese reencuentro con los otros aparece el deseo que nos alienta a ser nosotros mismos a través del contacto con ellos, en este caso la otredad; y en esa constante “el deseo nos expresa en la verdad de nuestro deseo y nos pone en relación necesaria con el otro, sin el cual no habría constitución del sujeto. En este sentido, el otro es no solo límita sino posibilita configurarme como sujeto. Sin la mirada del otro no puede haber mirada propia” (Gonzalo, 2002, p. 24). “Ni un goce se da en ese encuentro y desencuentro con el grupo o sus pares en los espacios privados o públicos apropiados, como una manera de afirmar su existencia, de estar protegido, darle un sentido a la vida, una inclusión de la exclusión” (Konterllnik en Tenti, 1999, p. 87).
Lugares, goce y juventud, nos manifiestan ese reencuentro entre subjetividades, donde lo peligroso, lo lúdico y el placer van tornándose significativos para las existencias que posibilitan la reconstrucción de historias, emociones, significados que hacen sentir y vibrar para luego existir y vivir.
Lo que cuenta son los espacios intermedios: las escaleras, el patio, la cantina, los parques y las plazas adyacentes, la antesala de la biblioteca, los corredores entre las facultades, las trastiendas de las librerías… son el lugar de peligro porque ahí, fuera del mundo asegurado e insignificante de las aulas, no rigen las seguridades de la verdad, de la cultura, del saber, del sentido. Renunciando a la seguridad de los espacios tutelados en los que se comercia una verdad intrascendente, habitando la diversidad caótica y sin marca de los lugares marginales, los estudiantes divagan, vagabundean. Es ahí, en esa extravagancia, donde los estudiantes prueban sus armas, ensayan sus gestos, miden el poderío de su voz, intentan sus primeras canalladas o sus primeros actos de nobleza, aprenden el gusto ácido de la vanidad o el sabor dulzón de la modestia, investigan el sentido de la fidelidad y de la traición, gustan los matices de la camaderia, de la soledad, del abandono (Larrosa, 2000, p. 82).
Confluyen allí culturas e identidades propias que retratan la pseudocultura de una hegemonía de la performatividad, y se hacen presentes con una cultura juvenil identitaria, libre, musical, estética, atrevida que no solo se confronta, sino que se resignifica para convivir y expresarse; y más fuerte aún, para ser.
De manera que los jóvenes vinculan sus modos de ser y estar en la sociedad de forma creativa, crítica y participativa abriendo a través de sus tejidos subjetivos y simbólico alteridad, dialogo e identidad, mismos que coadyuvan a un reencuentro con la esencia del ser, recordando que aún sigue habitando en este mundo efímero donde la mercantilización del narcisismo, la imposición de la competitividad, el capitalismo apresurado parecieran ser la gran limitante no solo al pensamiento sino a invisibilizar al ser y su esencia. Por ello se trata de dar lectura a la dimensión existencial de los jóvenes, de traer sus diversos textos simbólicos con la intención de reconstruir no solo la concepción de ellos, sino de repensar nuestra historia como sujetos pedagógicos, y escudriñar lo juvenil en el acontecer cotidiano de nuestra propia existencia. Podemos ver que la juventud continúa latente en nosotros, pues somos sujetos con posibilidades de volver a vibrar, resistir, jugar y existir.

Bibliografía
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