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RIDE. Revista Iberoamericana para la Investigación y el Desarrollo Educativo
La enseñanza y sus prácticas como catalizador del aprendizaje significativo
Dec 31 2024
Resumen
La enseñanza y el aprendizaje son procesos que, aunque distintos, son complementarios y convergentes, su coexistencia garantiza la generación y construcción del conocimiento. La función docente, la relación recíproca entre los contenidos y las estrategias de enseñanza, la enseñanza memorable y la implicación del estudiante en el proceso, son principios rectores para la generación de un aprendizaje perdurable, de uno que no se olvida. El propósito de este ensayo es por tanto analizar, por un lado, la relación simbiótica entre la enseñanza y el aprendizaje bajo la perspectiva de Edith Litwin y por otro, su contribución hacia el desarrollo de prácticas educativas que potencien la labor educadora, resaltando la importancia de una enseñanza poderosa, relevante y memorable, con miras a fomentar en el alumnado un aprendizaje significativo a través de la comprensión profunda de los saberes y de su anclaje y conexión a los contextos sociales de su propia realidad, de tal manera que sea asimilable, entendible y transferible y que de este modo, se fortalezca a la creación de nuevos constructos que aporten a la comunidad educativa y a la sociedad.
Introducción
El presente ensayo trata de analizar elementos que influyen en el proceso de enseñanza y en el proceso de aprendizaje tomando como base la perspectiva de Edith Litwin, reconocida escritora y pedagoga argentina que se ocupó en investigar sobre la enseñanza y sus prácticas, para educar tanto a estudiantes como profesores con un enfoque creativo, comprensivo y significativo. En primera instancia, se analiza la relación y la sintaxis entre la enseñanza y el aprendizaje bajo un esquema articulado y coordinado, se argumenta sobre la actuación distinta de sus procesos, pero a la vez complementaria y vinculativa, pues el éxito del uno radica en la calidad del otro. También se analiza el aprendizaje del docente y se resalta su importancia en la calidad de la transmisión de conocimientos hacia el alumno y en la construcción conjunta de saberes.
Luego, se explora la correspondencia entre qué y cómo se enseña, entre los contenidos y las estrategias vistos como el diseño central del proceso de enseñanza, elementos fundamentales que impactan e implican al estudiante en la forma de aprender, en la forma de aceptar y como consecuencia, transformar conceptos y conocimientos. Más adelante, se resalta la importancia de la estructuración temática y disciplinaria respecto a la comunión entre la buena enseñanza y la enseñanza comprensiva. Entender qué se enseña y para qué se enseña se considera el eje central en el oficio de la enseñanza docente, en donde la implementación de estrategias innovadoras juega un papel esencial para la asimilación y aplicación del conocimiento.
Finalmente, se aborda el aprendizaje significativo y la apropiación de los contenidos de los educandos. Comprender qué se aprende, cómo se aprende y para qué se aprende resulta primordial y, por tanto, debería ser la finalidad de la educación, de sus procesos y de su sistema.
Enseñanza y aprendizaje: ¿antónimos recíprocos?
La enseñanza y el aprendizaje se relacionan intensamente en un proceso dinámico dentro del cual, docentes y alumnado interactúan para construir nuevos conocimientos. Sin embargo, en este proceso se sitúan la enseñanza y el aprendizaje en esferas distintas, complementarias pero distintas, a pesar de que a través de los años han sido visualizados dentro de un mismo espacio común, como si de sinónimos se tratara (Litwin, 1997).
Para Litwin (1998), la relación entre la enseñanza y el aprendizaje parte de una base socioconstructivista. La enseñanza implica el trabajo importante de los docentes respecto a planificar, organizar y ejecutar actividades educativas para facilitar y contribuir en el aprendizaje de los estudiantes. Desde esta perspectiva, la enseñanza constituye un proceso estructurado que se enfoca en la transmisión de conocimientos y en la creación de oportunidades de aprendizaje, en donde el docente actúa como mediador. Respecto al aprendizaje, Litwin considera que es un proceso personal y social, activo y constructivo que engloba al estudiante, en donde éste adquiere, asimila, comprende y transforma contenidos mediante la interacción con ellos, pero también con otros individuos, construyendo en conjunto nuevos significados.
Perkins (2017) también resalta la importancia del aprendizaje generativo, que implica que los estudiantes sean capaces de generar conocimiento a través de la exploración y la conexión de ideas. Según él, los estudiantes deben participar activamente en el proceso de aprendizaje, formulando preguntas, investigando, experimentando y reflexionando sobre lo que aprenden. Sin embargo, la transferencia de conocimiento es para Perkins la base del verdadero aprendizaje, es decir, cuando los estudiantes son capaces de transferir, utilizar y compartir en diferentes contextos lo que han aprendido en el aula de clases, aplicando conceptos y habilidades en situaciones diversas. Para promover la transferencia efectiva, Perkins sugiere que los docentes diseñen situaciones de enseñanza que simulen contextos reales y proporcionen oportunidades para practicar y aplicar el conocimiento de manera significativa.
Por otro lado, Litwin (1998) cuestiona la visión sesgada de las teorías de aprendizaje que se inclinan hacia analizar las maneras de aprender de los estudiantes, alejando la mirada hacia el proceso de aprendizaje de los docentes, desconociendo así la importancia que tiene para el profesorado la apropiación de saberes y de sus constructos, la actualización de conocimientos, y la profundización en temas relevantes y alineados a los contextos y problemáticas sociales actuales. Jackson (2002) comparte esta visión e indica que el aprendizaje es un proceso continuo que demanda la participación del docente con el fin de actualizar contenidos y habilidades, procurando mejoras en la enseñanza hacia los alumnos. Además, indica que la enseñanza al ser una actividad social, los valores y creencias tanto de profesores como de alumnos influyen en la manera que se enseña y también en la manera que se aprende.
En este sentido, la formación docente, referida como la capacidad del educador para ejercer la práctica educativa (Lucarelli, 2003), es vital para enriquecer el proceso de enseñanza, desde que se inicia en la labor y mientras se lo siga haciendo, pues la adaptación de los contenidos y las estrategias didácticas deben guardar congruencia con el contexto histórico-social en el que se desarrolla el proceso educativo. Maggio (2022) también plantea la importancia de la formación docente, así como la colaboración entre los maestros, con el fin de que éstos compartan sus propias vivencias generando bancos de experiencias para contribuir en la formación inicial y continua de los docentes, reconociendo la importancia de preparar a los educadores con las competencias necesarias para enfrentar los desafíos actuales de la educación. Maggio (2018) enfatiza entonces la necesidad de una formación docente basada en la reflexión, la colaboración y la actualización, brindando a los docentes las herramientas y los conocimientos necesarios para enfrentar las demandas de un entorno educativo en constante cambio.
Si el aprendizaje del docente es fundamental en la calidad de la enseñanza que imparte, en la transmisión de conocimientos y en la generación de estrategias pedagógicas para facilitar la implicancia del alumno en su caminar educativo, ¿por qué no se acompaña, se analiza, se incentiva al educador en su propio proceso de aprendizaje?
Este cuestionamiento va más allá de una mera capacitación impartida por la institución educativa en la que labora, o de la presentación de su evaluación de desempeño en función al cumplimiento de objetivos, y menos aún de la incorporación de sistemas innovadores que ayuden a la gestión operativa del docente. Es primordial reconocer y visibilizar los esfuerzos del maestro respecto a la investigación, comprensión, asimilación, transformación y construcción de conocimientos que luego replicará al alumnado de forma práctica, creativa y significativa dentro de las aulas, “aprender a enseñar mejor” (Antelo, 2011, p. 33) es por tanto esencial en la formación docente.
Por otro lado, se ha explicado la importancia que tienen la enseñanza y el aprendizaje en el ámbito educativo, entendiendo que son procesos distintos pero relacionados que involucran tanto a educadores como a estudiantes. Sin embargo, ¿depende el uno del otro?, es decir, ¿la enseñanza da como resultado un aprendizaje?, ¿son procesos opuestos pero dependientes?, ¿son antónimos recíprocos?
La discusión acerca de si siempre que se enseña se aprende es un tema relevante dentro del ámbito formativo. Litwin (2012) considera que el aprendizaje no es un resultado automático de la enseñanza, pues el hecho de que un docente imparta conocimientos y presente información de manera efectiva no necesariamente garantiza que los estudiantes logren un aprendizaje significativo, puesto que para hacerlo, la participación activa y el compromiso de los estudiantes en su propio proceso de construcción de conocimiento es fundamental. Sin embargo, una enseñanza efectiva puede facilitar y potenciar el aprendizaje, brindando las condiciones propicias para que los estudiantes logren un aprendizaje adecuado.
Otros autores como Perkins, Maggio y Jackson concuerdan con esta perspectiva al sostener que la enseñanza no siempre conlleva a un aprendizaje. Para Perkins (2017) por ejemplo, el éxito de la enseñanza depende de la implementación de estrategias pedagógicas efectivas que estimulen el compromiso activo de los estudiantes y promuevan la construcción significativa del conocimiento. Maggio (2018) plantea que la enseñanza es una condición necesaria para el aprendizaje, pero no es suficiente por sí misma para garantizarlo, ya que requiere que los docentes promuevan la participación activa de los alumnos mediante el diseño de situaciones de aprendizaje significativas. Finalmente, para Jackson (2002) la enseñanza puede ser considerada como un acto intencional que busca promover el aprendizaje de los estudiantes. Sin embargo, cuestiona la noción de que el aprendizaje sea una consecuencia directa y garantizada de ésta, ya que al ser un proceso individual y complejo, está influenciado por una serie de factores como el conjunto de experiencias, habilidades, motivaciones y estilos de aprendizaje de cada estudiante, así como los contextos socioemocionales, la cultura y las condiciones de aprendizaje.
Con base en lo descrito anteriormente, en el campo de la enseñanza, existe un pensamiento generalizado de que el aprendizaje no es una consecuencia automática de la enseñanza. Sin embargo, la calidad de esta última influye en el éxito de la otra, por lo que la relación entre ambas es muy estrecha e importante. Tanto la labor del docente para incentivar la participación activa del alumnado, como el proceso de construcción del conocimiento de los estudiantes en torno a sus intereses, motivaciones, estilos y condiciones de aprendizaje, es vital para garantizar que los educandos se apropien de nuevos saberes alineados a la realidad en la que viven. ¿La enseñanza y el aprendizaje son entonces antónimos recíprocos?
Sí, en el sentido que son dos procesos diferentes pero complementarios, es decir, cuando se enseña se espera que alguien aprenda (Antelo, 2011), como cuando se hace una pregunta se espera una respuesta o como cuando el innovar supone alejarse de una práctica tradicional. Ahora bien, se reafirma lo dicho por Litwin, Maggio, Perkins y Jackson, al entender que el aprendizaje no es un resultado automático de la enseñanza, sin embargo, la enseñanza existe porque se espera desarrollar algún aprendizaje y éste se produce si ha existido un proceso previo de enseñanza. La calidad de ambos sería fundamental para lograr una correspondencia adecuada.
Estrategias de enseñanza y desarrollo de contenidos: la simbiosis
Según Litwin (2012), las estrategias de enseñanza no solo se refieren a los métodos y técnicas utilizadas por el docente, sino también a las decisiones y acciones que lleva a cabo para facilitar el acceso, la comprensión y el desarrollo de los contenidos por parte de los estudiantes. Las estrategias implican una cuidadosa planificación y selección de actividades, recursos y enfoques pedagógicos que sean apropiados para los objetivos de aprendizaje, por lo que están estrechamente relacionadas e integradas con los contenidos a enseñar. En este sentido, las estrategias deben estar diseñadas de manera que promuevan la comprensión profunda de los conceptos, la transferencia de conocimientos a diferentes contextos y la aplicación práctica de lo aprendido.
De igual manera, para Perkins (2017) la construcción activa del conocimiento por parte de los alumnos debe ser promovida por las estrategias de enseñanza, lo que implica crear espacios para que los estudiantes interactúen con los contenidos, los relacionen con sus experiencias previas, los apliquen en situaciones prácticas y los conecten con diversos conceptos y disciplinas. Las estrategias de enseñanza deben ser seleccionadas y adaptadas de acuerdo con los objetivos de aprendizaje y las necesidades de los estudiantes.
Alineado al enfoque de Perkins, Jackson (2002), sostiene que para promover la comprensión profunda de los contenidos, las estrategias de enseñanza deben ser congruentes con los objetivos de aprendizaje, con la finalidad de facilitar a los alumnos la construcción de una sólida base de conocimientos y habilidades, para lo cual, la claridad en la presentación de los contenidos y la secuenciación lógica de las lecciones, es vital para una comprensión coherente y organizada. No cabe duda que las estrategias de enseñanza y el desarrollo de contenidos actúan de forma asociativa apoyándose y beneficiándose entre ellas, la manera en la que se enseña y lo que se enseña debe articularse de forma coordinada implicando al estudiante en el proceso, de forma que pueda desarrollar una comprensión efectiva de los contenidos y vincularlos a su propia realidad.
Reconociendo su relación simbólica, ¿cómo se vinculan las estrategias de enseñanza y el desarrollo de contenidos con el “qué” se debe enseñar y el “para qué” se debe enseñar?, ¿cómo lograr la comprensión de lo que se está aprendiendo si se tienen dificultades o vacíos cognitivos? Litwin habla de la integración como estrategia en cuanto a los recursos didácticos utilizados por el docente como el estudio de casos o la narración, los cuales facilitan que el estudiante genere vínculos con sus aprendizajes previos y conecte ideas, conceptos, información con situaciones concretas que le son familiares, “… la integración se puede diseñar o reconocer porque los docentes utilizan un caso o relato que permite identificar en sus relaciones numerosos conceptos, temas, ideas, suposiciones a partir de una situación o producto concreto” (2012, p. 70).
Es así que, esta relación simbiótica entre las estrategias de enseñanza y los contenidos que se pretenden enseñar, dependen de la manera en la que el docente aborde la temática mediante el uso de herramientas didácticas que promuevan la integración entre éstos y la realidad, de forma que se procure la innovación y actualización de las prácticas de enseñanza hacia lo que es relevante para el alumno, es decir, hacia la buena enseñanza y la enseñanza comprensiva.
Buena enseñanza y enseñanza comprensiva: la armonía
Edith Litwin sostiene que la buena enseñanza implica las buenas prácticas de la enseñanza, las cuales deben enfocarse en entregar al estudiante saberes relevantes, oportunos y valiosos para que el alumno deba conocerlos, comprenderlos y apropiarse de ellos (Litwin, 1998).
Para Perkins (2017), la buena enseñanza implica el ejercicio de razonar, argumentar y explicar debido a su importancia para el proceso de aprendizaje de los estudiantes, en el sentido en que contribuyen a la comprensión profunda y significativa de los contenidos, fomentando el pensamiento estratégico y reflexivo, así como el desarrollo de habilidades cognitivas superiores.
Alicia Camilloni por su parte sustenta que la buena enseñanza se caracteriza por ser reflexiva y centrada en el aprendizaje de los estudiantes, que se basa en el establecimiento de objetivos de aprendizaje, en la planificación estratégica y en la adaptación de la enseñanza a las necesidades de los educandos (Camilloni, 2016).
La enseñanza comprensiva va más allá de la simple transmisión de conocimientos. La enseñanza comprensiva se centra en promover la comprensión profunda y significativa de los contenidos por parte de los estudiantes, mediante estrategias que fomenten la reflexión, el pensamiento crítico y la resolución de problemas. La adaptación a las características individuales de los estudiantes también es fundamental para asegurar que todos tengan la oportunidad de comprender los contenidos de manera significativa (Litwin, 1997).
Pero ¿qué sucede cuando existen deficiencias en la comprensión por parte de los educandos? Según Perkins (2017) estas dificultades estarían relacionadas a la preocupación de una retención y captación mecánica de la información a través de la memorización y repetición que provoca el desvanecimiento o inutilidad de lo aprendido y a la transmisión de conocimientos poco o nada significativos para el alumno. Añade la importancia de la reorganización de los contenidos colocando al estudiante en el centro del proceso de enseñanza, comprendiendo sus diferencias cognitivas y desarrollando estrategias creativas para facilitar su acceso y asimilación de la información.
Bajo esta perspectiva, y de acuerdo con lo investigado por Litwin y Camilloni, es imperativo que las prácticas de la enseñanza se orienten hacia la comprensión profunda y reflexiva de quien aprende, para lo cual el docente debe realizar un ejercicio profesional y moral sobre la pertinencia de los contenidos que pretende enseñar, para que éstos sean significativos y oportunos para el alumno, en razón a que pueda recordarlos, comprenderlos y anclarlos de forma práctica en el contexto social. ¿Cómo lograr entonces un aprendizaje significativo?, ¿cómo influyen los profesores memorables, los que dejan huellas y recuerdos vívidos en la mente y corazón de sus alumnos, en la asimilación y la internalización de los contenidos?, ¿cómo ser memorable?, ¿cómo lograr la armonía entre la buena enseñanza y la enseñanza comprensiva?, ¿cómo hacerlo en la práctica?, ¿cómo lograr que el fin último de la educación sea generar aprendizajes significativos en los educandos, de manera que éstos construyan verdadero conocimiento y tengan la capacidad de trasferir lo aprendido hacia diferentes contextos prácticos?
A continuación, se abordan estos cuestionamientos en torno a la significatividad del aprendizaje mediante la asimilación de los contenidos y la creación propia y conjunta del conocimiento.
Hacia una educación potenciadora: enseñanza poderosa y aprendizaje significativo
El aprendizaje significativo hace referencia al proceso en el que los estudiantes realizan una comprensión profunda de la información que reciben, lo que les permite realizar conexiones con saberes previos, pudiendo así crear nuevo conocimiento a partir de lo que aprenden en el aula (Moreira, 2020). Para cumplir con este propósito, es necesario contar con la predisposición del alumnado para aceptar la información, así como los materiales y contenidos utilizados por parte del docente para transferir la información, siendo éstos últimos relevantes y relacionables con la capacidad cognitiva de los educandos.
Maggio (2018) hace referencia al proceso de enseñanza como propulsor de un aprendizaje significativo. Resalta la importancia de la enseñanza poderosa que se desarrolla en el aula de clase y perdura a través del tiempo en la memoria, en el recuerdo. El abordaje de la realidad y por tanto la transmisión de contenidos relacionados con el contexto actual, se realizan de manera creativa y original, incentivando la mirada de diferentes perceptivas sobre los constructos y volviendo así la experiencia de aprender en un acto conmovedor y perdurable. El estudiante, además de ser capaz de generar nuevo conocimiento, vincula los nuevos saberes a esas prácticas de enseñanzas que no olvida, lo que facilita su propio proceso de asimilación y apropiación de contenidos.
En una línea muy similar, Jackson (2002) sostiene que las prácticas ejemplares por parte de los profesores producen aprendizajes valiosos en sus alumnos, que trascienden más allá del aula de clase. Los aprendizajes que valen, por su relevancia y potencia, serían aquellos que se originan en las aulas, en el presente, en la transmisión de contenidos en lo que tanto el docente como el estudiante aportan y generan, juntos, en coherencia, relacionados y conectados y que aparecerán en el futuro como aquellos saberes que perduran (Perosi, 2015).
Perkins (1999) por su parte argumenta que la educación debe centrarse en desarrollar habilidades y competencias fundamentales en los estudiantes, en lugar de simplemente transmitir información. Se inclina por un enfoque más activo y significativo de aprendizaje, en el que los estudiantes sean desafiados a resolver problemas reales, pensar críticamente y aplicar sus conocimientos en contextos auténticos. De esta manera, la enseñanza efectiva implica diseñar experiencias de aprendizaje que sean relevantes y significativas para los estudiantes, conectando los contenidos curriculares con su vida real y proporcionándoles oportunidades para explorar y descubrir conceptos por sí mismos.
La significatividad para Litwin (2012) tiene relación profunda con las apreciaciones de Rodríguez, Maggio, Jackson, Perosi y Perkins. La implicación del estudiante en el proceso, la vinculación entre lo que aprende y lo que conoce o experimenta (producto de su propia realidad) y la emoción con la que se transmiten los contenidos serían para Litwin factores esenciales para lograr aprendizajes significativos. Añade que la narración y la pregunta despiertan el interés del educando, pues la primera cautiva la atención con base en el relato y la segunda incentiva el cuestionamiento y la apertura hacia nuevas perspectivas de conocimiento.
Conclusiones
El proceso de enseñanza y aprendizaje es fundamental en el ámbito educativo, ya que constituye una interacción dinámica entre docentes y estudiantes que impulsa el crecimiento intelectual y personal. La enseñanza y el aprendizaje son procesos diferentes pero complementarios, donde el docente asume el rol de facilitador del conocimiento y el estudiante se convierte en el protagonista activo de su propio aprendizaje.
Es crucial destacar que las estrategias de enseñanza deben ser congruentes con los contenidos impartidos. Los docentes deben seleccionar cuidadosamente las estrategias y métodos que se alineen con los objetivos de aprendizaje y las características cognitivas de los estudiantes. Esto implica utilizar variedad de recursos, técnicas pedagógicas adecuadas y evaluar continuamente la efectividad de las estrategias utilizadas.
Además, abogar por una buena enseñanza conlleva ofrecer, a los alumnos, contenidos que sean valiosos, útiles y relevantes para su aprendizaje. Asimismo, la enseñanza comprensiva busca no solo transmitir conocimientos, sino también desarrollar la comprensión profunda de los contenidos, promoviendo la transferencia de habilidades y la capacidad de aplicar el conocimiento en diferentes contextos.
Por último, el aprendizaje significativo es el producto de una enseñanza poderosa. Los docentes deben diseñar experiencias educativas que sean relevantes, contextualizadas y significativas para los estudiantes, es decir, relacionar los contenidos con la realidad de los estudiantes, incorporar actividades prácticas y fomentar la reflexión crítica. La enseñanza poderosa despierta la curiosidad, el interés y la motivación intrínseca en los estudiantes, lo que facilita un aprendizaje profundo y duradero.
Resumen
Introducción
Enseñanza y aprendizaje: ¿antónimos recíprocos?
Estrategias de enseñanza y desarrollo de contenidos: la simbiosis
Buena enseñanza y enseñanza comprensiva: la armonía
Hacia una educación potenciadora: enseñanza poderosa y aprendizaje significativo
Conclusiones
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