RIDE. Revista Iberoamericana para la Investigación y el Desarrollo Educativo
Respuestas subjetivas al ciberacoso mediante teléfonos celulares: un estudio en adolescentes de educación secundaria
Resumen
El presente artículo se encuentra dividido en dos secciones: la primera está conformada por una revisión teórica en la cual se contextualiza la permeabilidad que ha alcanzado el internet en la población mundial en los últimos años con el fin de identificar sus beneficios y riesgos, primordialmente, para la población adolescente. Posteriormente, se analiza el desarrollo y proliferación que han tenido los teléfonos “inteligentes”, así como las causas subjetivas que provoca que estos dispositivos electrónicos hayan alcanzado un lugar de objeto privilegiado para el establecimiento de relaciones interpersonales en el ámbito del ciberespacio. En este mismo sentido, y como efecto intrínseco de una cultura conexionista propia de los jóvenes contemporáneos, se examinan los estudios encaminados a caracterizar el ciberacoso mediante teléfonos móviles.
La segunda parte, se ofrecen los hallazgos de un estudio realizado a una muestra de 126 adolescentes de entre 13 y 17 años, pertenecientes a una secundaria pública del estado de Campeche, México. Para ello, se utilizó el Cuestionario cyberbullying (Ortega, Calmaestra y Mora 2007), al cual se le realizaron algunas modificaciones. El primer objetivo de la investigación consistió en identificar la existencia del ciberacoso a través del celular. Los resultados demuestran que de los 126 encuestados, 27 % refirió haber sido acosado mediante el mencionado dispositivo durante los últimos dos meses. Asimismo, y para cumplir con el segundo objetivo de este trabajo (es decir, conocer las respuestas subjetivas ante el ciberacoso), se analizaron los datos correspondientes a los reactivos elaborados para indagar en los sentimientos y las acciones de los estudiantes frente a esta situación. En este aspecto, los resultados más significativos demuestran que 55% de los participantes reportó sentirse triste, indefenso y solitario ante este fenómeno, mientras que 62 % decidió hablar de su experiencia con otras personas.
Introducción
Internet es el sistema de información global más grande, constituido por una red mundial de computadoras interconectadas (Krug, Xavier y Orsi, 2018). Fue creado en 1969 por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, y para finales de ese mismo año se instaló el primer procesador de mensajes de interfaz (denominado ARPANET) en la Universidad de California, el cual, para 1971, ya había alcanzado el estatuto de red de conmutación. Posteriormente, en la última década del siglo XX, con el florecimiento de nuevas aplicaciones, se transformó completamente la visión acerca de sus potencialidades, aunque estas ideas solo se concentraron en su alcance local. En este mismo periodo, y gracias a la fuerte inversión por parte de diversas “corporaciones comerciales” para el desarrollo de proyectos en este ámbito, se aceleró su perfeccionamiento y su expansión territorial (Cañedo, 2004).
Luego, favorecido por su desarrollo e impacto, en 1995 internet se empezó a concebir de manera real como un sistema de información mundial con innumerables beneficios, confiable y eficiente, aunque su uso se limitaba a aquellas grandes corporaciones que con su inversión habían impulsado su avance (Zito, 2018).
Sin embargo, a finales del siglo XX llegó uno de los momentos de mayor proliferación de internet, con un estimado de 300 millones de equipos conectados, cifra que aumentó a 900 000 millones para el cierre de 2010. De acuerdo con los datos recabados por la Comisión Económica de para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2017), entre 2000 y 2017 se registró en América Latina un aumento de 2035.8 % de usuarios de internet (es decir, de 18 068 919 se pasó a 385 919 382 cibernautas).
Ahora bien, en el caso concreto de México, el número de usuarios el último año del siglo XX fue de 2 712 400, aunque para 2015 se incrementó a 59 200 000 (CEPAL, 2017). En este mismo sentido, la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), reportó que para 2017 se registraron en nuestro país 71.3 millones de internautas, es decir, casi seis millones más que los reportados en 2016 por la misma institución.
Estas cifras, por supuesto, también han estado acompañadas por un incremento considerable en cuanto al uso de dispositivos electrónicos. Por ejemplo, según la ENDUTIH, en México 72.2 % de la población mayor a seis años emplea teléfonos inteligentes para conectarse a internet, de los cuales 92.1% tiene en sus dispositivos aplicaciones de mensajería instantánea, mientras que 79.8 % han implementado herramientas para el uso de las redes sociales (Inegi, 2017). Esto es un claro indicador no solo del progreso que en los últimos años ha tenido la comercialización y el desarrollo tecnológico aplicado a los teléfonos inteligentes, sino también de la reducción del espacio entre los sujetos y la red.
Según Cabrera (2006), estos equipos electrónicos han alcanzado en nuestra sociedad contemporánea un estado de penetración tan significativo que las nuevas generaciones no imaginan un pasado sin ellos, lo cual ha provocado un cambio radical en las relaciones humanas, como ha quedado demostrado en diversas investigaciones (Chóliz, 2008; Ruiz, Sánchez y Trujillo, 2016). Por eso, se puede asegurar que el uso de los celulares para el acceso a internet, y particularmente para relacionarse con los pares en el marco de las redes sociales, coloca al adolescente contemporáneo frente al desafío de nuevos paradigmas vinculares, lo cual trastoca irremediablemente las variables subjetivas implicadas en este proceso (Arab y Díaz, 2015).
Adolescentes hipermodernos
Para Dessal (2017), aunque el desarrollo de los nuevos dispositivos tecnológicos ha permitido a la humanidad enfrentar y resolver problemas que en el pasado parecían imposibles, el conocimiento sobre los efectos que produce su uso desmedido en la intermediación de las relaciones humanas revela cierto letargo, por lo que las consecuencias de su empleo únicamente son identificables con posterioridad, en tanto que la satisfacción inmediata que produce su utilidad provoca que los sujetos pierdan de vista las alteraciones que se han producido en los sistemas simbólicos de referencia.
La “modernidad”, caracterizada principalmente por la disolución de las referencias sociales, políticas e ideológicas, ha provocado que las relaciones entre los seres hablantes se organicen con un enfoque unidimensional e individualista, llegando con el paso del tiempo a prescindir -al menos en apariencia- de aquellos elementos que le otorgaban significado a su experiencia con los demás.
Por otro lado, el individualismo hedonista, la globalización extrema y la tecnología (elementos propios de la modernidad) nos han situado en una era conocida con el nombre hipermodernidad (Lipovetsky, 2000). Estos elementos, cuya condición común reflejan el exceso, han servido para generar en los sujetos no solo un elogio de sí mismos, sino incluso un estado permanente de terror por la vida (Tamés, 2007). Técnicamente, este proceso ha organizado el contexto mediante el cual los dispositivos electrónicos y el internet se han convertido rápidamente en una parte indispensable de la cotidianeidad.
De hecho, el estado actual de los objetos orientados a establecer las interacciones en el terreno del ciberespacio han diluido los límites entre lo íntimo, lo público y lo privado, lo cual se evidencia principalmente en el comportamiento de la población más joven de nuestros días (Gault, 14 de noviembre de 2014). Por eso, autores como Chaverry (2013) y Pogliaghi (2015) consideran que con la llegada de las redes sociales los adolescentes han convertido el sistema de comunicación virtual en una estructura compleja de interacción, lo que ha traído consigo una falsa sensación de protagonismo, control y dominio de esta, de ahí que sea difícil concebirse fuera de ella.
Por otro lado, el marcado individualismo identificado en la época moderna y potencializado en la nuestra ha servido para la configuración de un adolescente hipermoderno, en el cual se pueden encontrar al menos tres líneas de investigación que valen la pena ser estudiadas: en primer lugar, la necesidad de una comunicación predominantemente virtual a través de dispositivos electrónicos; en segundo lugar, la apología narcisista, que lo coloca frente a una causalidad unilateral y extraterritorial de los hechos, y, en tercer lugar, la racionalidad aplicada a los efectos derivados del uso de objetos sustentados en el desarrollo tecnológico (Sánchez, Beranuy, Castellana, Chamarro y Oberst, 2008).
De la relación subjetiva con los objetos
Los aparatos tecnológicos de la actualidad no solo sirven para que los adolescentes hipermodernos perfeccionen algunas de sus capacidades sensoriales, sino que incluso se pueden convertir en una ampliación de sus cuerpos (Laurent, 2006), aunque con algunas desventajas que deben ser analizadas. En el caso del teléfono celular con conexión a internet, por ejemplo, si bien permite a los usuarios romper con las concepciones clásicas del tiempo y el espacio, también en la contingencia de su eventual falla arrastra consigo la verdad insoslayable de todo sujeto humano, es decir, aquello que en 1929 Freud denominó como el malestar de la civilización (Freud, 1927-31/1992).
Anudamientos al síntoma
Según Freud, la sensación de “algo sin límites” que provocan los objetos de la tecnología sobre los seres hablantes es una ilusión yoica que el principio de realidad cesa de no anunciar cada vez que dichos objetos quedan fuera de su alcance. Estas patologías se revelan al momento en el que el yo del sujeto experimenta su separación del mundo exterior por medio de sus objetos, lo cual no sucede en el comienzo de la vida, cuando es incapaz de separar su yo de un mundo exterior como fuente de las sensaciones que fluyen. Freud (1927-31/1992) lo explica de esta manera:
Cuando por primera vez se contrapone al yo un “objeto” como algo que se encuentra “afuera” y solo mediante una acción particular es esforzado a aparecer. Un posterior esfuerzo a separar el yo de las sensaciones, vale decir a reconocer un “afuera”, un mundo exterior, es la que proporcionan las frecuentes, múltiples e inevitables sensaciones de dolor y displacer, que el principio de placer, amo irrestricto, ordena cancelar y evitar (p. 68).
De este proceso nacen dos tendencias: la primera, segregar todo lo que le puede devenir como “fuente de displacer”; la segunda, conformar un puro yo-placer, al que se contrapone un ahí-afuera ajeno, amenazador. Sin embargo, es imposible que la realidad deje de manifestar la imposibilidad de conservar perdurablemente este yo-placer. Con base en esto, Freud concluye que aquello que no se quiere perder porque genera placer no es sino “objeto”, y lo displacentero que se pretende evitar de sí revela ser inseparable de uno mismo.
Este descubrimiento freudiano sirve de sustento para advertir que, en principio, no existe una clara distinción entre lo interior y lo exterior. Originariamente, el yo lo contiene todo, pero más tarde segrega de sí un mundo exterior por la angustia que provoca, conservando por el contrario un sentimiento de ser uno con el todo, con la aspiración a restablecer el narcisismo absoluto pese a las consecuencias psicopatológicas que esto le genera (Guinsberg, 2010).
Por eso, Freud precisa que esa tendencia a librarnos del malestar que nos genera la relación con el mundo, y de lo cual se derivan diversos dolores y decepciones, reclama la construcción de calmantes, los cuales pueden ser tan diversos como culturas, contextos y momentos históricos existen, aunque se pueden mencionar como mínimo tres tipos: poderosas distracciones, que hacen valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que sirven para reducirla, y sustancias embriagadoras, que nos vuelven insensibles a ellas.
Para Guinsberg (2010) estas tres tendencias de Freud, en el contexto de nuestra época, no solo continúan vigentes, sino que además se acrecientan, como se evidencia en el uso desmedido de la telefonía celular y del internet, los cuales son calificados por diversos investigadores como objetos altamente adictivos, especialmente en niños y adolescentes, quienes actualmente viven a un ritmo acelerado (Villar, 2016). Según Bauman (2003), este objeto de consumo representa, particularmente para los adolescentes contemporáneos, la promesa de una satisfacción inmediata a través de sensaciones intensas aunque desprovistas de sentido.
El teléfono celular, por ende, si bien permite ampliar las posibilidades de comunicación, también puede generar diversos malestares subjetivos, como la pérdida de la tranquilidad, la dependencia o el aislamiento (Guinsberg, 2010), e incluso construcciones que afectan al cuerpo (Laurent, 2013; Sánchez y Magaña, 2018). Para Zabalza (2014) en esta relación virtual el sujeto adolescente construye “su perfil” en el regazo imaginario de la mirada en la pantalla; no obstante, en esta dimensión el joven siempre se ve confrontado con las dificultades propias de su inclusión social constituyente de la realidad humana. En otras palabras, en el dispositivo electrónico los adolescentes reproducen las representaciones imaginarias que saturan de un aparente sentido sus experiencias con los otros, al tiempo que las organizan y las hacen coincidir con aquello que para ellos tiene significado.
Esta escalada de significado le permite al sujeto sostener la antítesis de su existencia, mientras que en la relación imaginaria con el otro, el adolescente sustenta la fórmula de una condición armónica y confluyente con los demás. En tal sentido, Freud no cesa de indicar que lo que constituye la verdad subjetiva de la relación entre los sexos es la diferencia radical de los unos con los otros (Freud 1927-31/1992), de tal manera que esa fantasía de complementariedad, coincidencia y unificación no puede ser más que un imposible. No obstante, y a pesar de estos malentendidos subjetivos, procuramos en cada momento que las relaciones funcionen a través de hipotéticas soluciones que traen como resultado otros problemas. Esas soluciones, a medias que cada sujeto inventa, no dejan de llevar la marca de la época (Soler, 1997). Por ende, el modo en que los adolescentes contemporáneos se colocan frente a los actuales teléfonos móviles y el internet permite sintetizar la manera en que ellos responden subjetivamente a esta diferencia fundamental, de tal manera que la relación establecida con estos objetos paliativos coincide con lo que se conoce como motivaciones conscientes, inconscientes y configuraciones sintomáticas.
En el campo del psicoanálisis, la concepción síntoma psíquico del cual el adolescente se vale para sobrellevar la imposible armonía de él con los otros no es algo que deba ser eliminado, sino que en ocasiones se necesita afianzar más con el propósito de evitar que caiga de nuevo en la deriva ilimitada propia de su hipermodernidad (Consenza, 2015). En este sentido, Kelles y Lima (2017) señalan que los adolescentes pueden descubrir en ese encuentro virtual con el otro un auxilio para nombrar aquello que de las relaciones humanas le es imposible sostener, colocando esta ilusión armónica como velo sobre lo imposible, sobre lo que es inaccesible al sujeto.
Al respecto, Lima (2009) señala que dentro de las conversaciones que el joven efectúa en el ciberespacio se llevan a cabo construcciones que le permiten configurar un contorno sobre aquello que de su relación con el mundo le resulta imposible inscribir en su vida de otra manera. En este contexto, los objetos de la tecnología, al momento de ser elegidos y usados por los adolescentes, pueden revelar parte de su posición subjetiva, es decir, hacen emerger un saber sobre ellos mismos que de forma consciente desconocen (Sánchez-Domínguez, 2016). Para Lacan (1966/88) este encuentro en el ciberespacio, aunque de orden imaginario, es capaz de colocar al adolescente frente a una fascinación dual con respecto a su realidad subjetiva, pues por un lado queda preso del encanto que los objetos tecnológicos le brindan, mientras que por el otro le convocan a una rivalidad totalitaria como efecto del poder con el que se le imponen.
Años antes, coincidiendo con lo establecido por Freud en 1927, Lacan enfatizó que el sujeto en su relación con el otro arranca y obtiene en él su punto de apoyo en lo referente al conocimiento de los objetos, aunque este proceso coloca al sujeto en linderos de una ambivalencia, en un punto de fragmentación. A condición de disolverse, parte de él mismo entra en una relación subjetiva con el otro y con los objetos (Lacan, 1957-58/2010; Sánchez-Domínguez, 2016).
Tomando en cuenta lo anterior, y a manera de síntesis, se puede referir que los objetos telefónicos y el internet eventualmente le ofrecen al adolescente la posibilidad de construir puntos de enganche con el otro, aunque también lo interrogan acerca de su posición subjetiva frente a la realidad insoslayable de su existencia (Miller, 2004).
Riesgos asociados al uso de la telefonía celular y el internet
Los objetos tecnológicos de la actualidad han generado el surgimiento de una nueva cultura conexionista, caracterizada por el empleo del celular y el internet para interrelacionarse con los demás de forma frecuente y permanente (Garis, 2015), mediante una interfaz humana-maquina (IHM) (Herrera, 2015), que suele ser usada con dos fines esenciales: buscar información y establecer relaciones interpersonales a través de aplicaciones de comunicación instantánea que han permitido reactivar las preguntas en torno a los vínculos sociales (Garis, 2015).
En este contexto, Bauman (2003) señala que estas nuevas maneras de comunicarse instantáneamente genera en los adolescentes hipermodernos la necesidad de mantenerse perpetuamente interconectados, lo cual origina comunidades virtuales inmensas que ofrecen la posibilidad aparente de controlar a los demás, añadiendo y borrando a amigos/usuarios de una manera que no se puede conseguir en el mundo real. En este camino, y como parte de un proceso continuo de relación compleja entre el dispositivo, la red y los otros, se imponen diversas maneras de responder a la dinámica que intrínsecamente permanece. Si bien dentro de su contexto observable los agentes que intervienen pueden estar perfectamente delimitados y agrupados, no ocurre lo mismo en el campo de la subjetividad, donde lo contingente, derivado de las relaciones humanas, hace de los efectos algo del orden de lo impredecible (Arab y Díaz, 2015; Sánchez et al., 2008).
Dicho lo anterior, en el litoral de estas contingentes y dinámicas interacciones entre sujeto-dispositivo telefónico y la red, los riesgos también se multiplican. En esta triangulación algunos elementos subjetivos se ponen en juego, principalmente en el caso de los adolescentes cuyos procesos que constituyen su identidad pueden entrar en conflicto para dejar al joven fuera de todo sentido de referencia. En palabras de Ons (2008), el adolescente en la Red (mediante su teléfono móvil y empleando un perfil que en tanto imagen constituye una serie de atributos idealizados, pues le permiten cumplir la fantasía de ser otro, anónimo y libre) ofrece la oportunidad de realizar sin prejuicios aquello que en otras circunstancias no se haría, pues sugiere la idea de que las acciones no tienen consecuencias. Al respecto, Ons (2009) explica lo siguiente:
Considero que tal realización automática de las fantasías tiene relación con la ausencia real del cuerpo1, ya que el cuerpo está omitido en ese tipo de contactos por Internet, pese a las fotos, pese a las cámaras en las que se ven las imágenes de las personas en juego, pese a que luego, en un encuentro, se “vean la cara” (p. 1).
Cursivas añadidas
En efecto, el hecho de que el dispositivo telefónico ofrezca la posibilidad de materializar una fantasía puede servir de estímulo para que el adolescente concrete en una acción aquello que en principio solo estaba en su pensamiento. En estas condiciones, los sujetos ya no están representados por significantes rectores que los nominan en el espacio público, pues ahora se sienten convocados a estar constituidos por maneras de gozar que además se confiesan en el orden del ciberespacio (Ilardo, 2015), donde los adolescentes usan las aplicaciones para enviar fotografías y videos a amigos o desconocidos, con quienes pueden llegar a establecer algún tipo de encuentro, con lo cual se exponen al acoso, insultos, amenazas, etc. (Fernández, Peñalva e Irazabal, 2015).
Acoso cibernético a través de la telefonía celular
Como ya se mencionó, 72.2 % de la población mexicana mayor a seis años emplea teléfonos inteligentes para conectarse a internet, lo que ha provocado que la mensajería instantánea se haya convertido en un servicio de gran importancia para la población joven, principalmente. Sin embargo, vale destacar que en un estudio realizado por Gutiérrez, Vega y Rendón (2013) a un grupo de adolescentes mexicanos acerca de los riesgos asociados al uso de internet con teléfonos celulares, se evidenció que un alto porcentaje de los jóvenes que interactúan en la Red lo hacen para buscar algún tipo de estimación con conocidos o desconocidos, que paulatinamente se suelen ganar su confianza para pedirles que compartan sus datos personales e incluso fotografías. En este tipo de interacciones, según los resultados del mencionado estudio, el celular favorece el establecimiento de noviazgos, aunque también aumenta considerablemente el peligro de ser víctimas de acoso en sus diversas formas.
Efectivamente, según múltiples investigaciones, la cultura conexionista ha favorecido estas nuevas maneras de ejercer violencia, llamadas por algunos autores como hostigamiento virtual (Smith, Mahdavi, Carvalho y Tippett, 2006), el cual se define como una agresión intencional y reiterativa que se realiza a través de medios electrónicos a personas que no se pueden defender por sí mismas. En este sentido, resulta pertinente referir el estudio de Goldenberg (2016), donde se subraya que la falta de respuesta del ciberacosado2 es explicada por los expertos como un efecto de fragilidad, indefensión y miedo, aunque vale destacar que pocas veces se atribuyen efectos subjetivos al hecho de que “ser blanco del ataque” deja al acosado excluido del colectivo, pues lo coloca en una posición de objeto de burla, humillación y agresión. Esta idea se relaciona con lo explicado por Gallo (2016), quien señala que el acosado es aquel que renuncia a ejercer cualquier tipo de confrontación, con lo cual se le otorga al acosador un lugar fragante para el ejercicio de su poder.
La precisión es nuestra
Ahora bien, en cuanto a los estudios de diversos países que han indagado en el tema del acoso cibernético por medio de celulares, se puede mencionar la investigación de Buelga, Cava y Musitu (2010), donde se demostró que 24.6 % de los 2101 jóvenes encuestados (cuyas edades oscilaban entre los 11 y 17 años) fueron acosados a través del teléfono celular. Asimismo, en un estudio de Durán y Martínez (2015), se determinó que 57.2 % de los 336 participantes (adolescentes que tenían una relación de noviazgo) asumió haber sido acosado por su pareja mediante la telefonía móvil. Igualmente, en un trabajo de Menay y De la Fuente (2014) se concluyó que 21 % de los jóvenes que conformaron la muestra asumieron haber sido víctimas de ciberacoso a través del celular, mientras que en un estudio similar, desarrollado por Domínguez, Vázquez y Núñez (2017), se determinó que 18.6 % de los 749 alumnos españoles de una escuela básica que participaron en esa investigación habían sufrido este tipo de acoso.
En el contexto mexicano, sin embargo, las indagaciones sobre el acoso cibernético a través de la telefonía móvil son escasas, especialmente en el ámbito escolar del nivel de secundaria, como lo apuntan Correa (2012); Lucio y González (2012); Arab y Díaz (2015). Inclusive, solo se pueden nombrar dos estudios: uno realizado por Vega, González y Quintero (2013), donde se concluyó que 14.13 % de la población analizada había sido víctima del ciberacoso mediante teléfono celular, y otro efectuado por Lucio y González (2012), donde se encontró que 49.9 % de los 1066 participantes (jóvenes de nivel bachillerato) manifestaron haber sido acosado cibernéticamente alguna vez dentro del ámbito escolar.
Planteado lo anterior, el objetivo de la presente investigación ha sido determinar y analizar la incidencia con la que se presenta el ciberacoso mediante celulares en una población de estudiantes de secundaria pública del estado de Campeche. Para esto, se han tomado en cuenta los estudios de Gallo (2016) y Goldenberg (2016), donde se señala que es importante no solo identificar la frecuencia del acoso cibernético en adolescentes escolares, sino también conocer la posición que toman los ciberacosados frente a quien los agrede.
Método
Esta investigación es de tipo exploratoria y descriptiva, pues se ha procurado analizar cualitativamente las respuestas que los participantes emitieron al momento de ser acosados a través de dichos dispositivos electrónicos.
Participantes
La población total estuvo conformada por 198 adolescentes de entre 13 y 17 años de edad, los cuales se encontraban cursando el tercer grado de secundaria en una institución pública del estado de Campeche, México. Sin embargo, para el análisis de los resultados únicamente se tomaron en cuenta a aquellos alumnos que contaban con teléfono celular y lo empelaban regularmente para establecer relaciones interpersonales en internet con otros adolescentes. La muestra final, por tanto, quedó constituida por 126 estudiantes (la mitad del sexo masculino y la mitad del sexo femenino).
Procedimiento
Antes de aplicar el instrumento para la recolección de los datos, se realizaron los trámites necesarios ante las instituciones correspondientes para la aprobación de las actividades previstas en el marco de nuestro estudio. Posteriormente, el procedimiento para la recolección de los datos se realizó cumpliendo con los estándares de voluntariedad, anonimato e independencia. A cada grupo se les informó acerca del objetivo de la investigación y del propósito de aplicar el cuestionario. De igual manera, se les brindó información sobre la estructuración general del instrumento y del tiempo estimado para su resolución (15 a 20 minutos).
Instrumento
Para la recolección de los datos se trabajó con un instrumento elaborado por Ortega, Calmaestra y Mora (2007), denominado cuestionario cyberbullying, que está compuesto por 37 reactivos divididos en dos dimensiones: la primera con preguntas relacionadas con situaciones de acoso cibernético a través de telefonía móvil; la segunda para recabar información vinculada también con el acoso, pero desde otros dispositivos, como tabletas, laptops, etc. Según los mencionados autores, este instrumento se enfoca en cuatro campos específicos: 1) acoso tradicional, 2) accesibilidad a las TIC (internet y teléfono móvil), 3) ciberacoso a través de internet, y 4) ciberacoso a través del teléfono móvil. Asimismo, y tomando en consideración el criterio ya señalado de inclusión y exclusión de participantes, en el apartado general del cuestionario se agregaron estas dos interrogantes:
- ¿Cuenta con teléfono celular con capacidad para conectarse a internet dentro de su institución?
- ¿Establece relaciones interpersonales en el ciberespacio mediante su teléfono móvil?
Posteriormente, se subclasificó el cuestionario según los siguientes campos de significancia: manifestaciones del acoso tradicional (ítems 1, 2 y 3), frecuencias de acoso cibernético mediante teléfonos celulares (ítems 5, 6, 16 y 17), respuesta subjetiva provocada/sentimientos provocados (ítems 7, 8, 9, 18, 19 y 20), conocimiento sobre el agresor y tiempo de acoso (ítems 10, 11, 12, 18, 19 y 20), estrategias para enfrentar y vías donde se ejerce (ítems 13, 14, 15, 24, 25 y 26).
Resultados
En la pregunta ¿Cuantas veces te han acosado (cualquier tipo de acoso) en los últimos dos meses?, 31 % de los participantes (39) refirió haber sido acosado al menos una vez durante el periodo señalado. Asimismo, en cuanto a la interrogante ¿Te han acosado electrónicamente por teléfono celular durante los últimos dos meses?, 27 % (34) de los encuestados respondió de manera afirmativa. De ellos, ante la pregunta ¿Cómo te sientes cuando alguien te ciberacosa?, 55 % (19) manifestó sentirse afectado emocionalmente (específicamente con sentimientos de tristeza, indefensión y soledad), mientras que 45 % (15) indicó que el ciberacoso no les afecta de ningún modo.
Por otro lado, en el ítem ¿En qué clase se encuentra la persona que te acosa a través del celular?, 64 % (22) respondió que dentro de la misma clase, 6 % (2) indicó que en grupos superiores o inferiores localizados en el mismo instituto, 15 % (5) señaló que en otros centros educativos, mientras que 15 % (5) explicó que no conocía a su acosador. Igualmente, ante el cuestionamiento ¿Qué has hecho regularmente cuando alguien te ha acosado mediante teléfono celular?, 62 % (20) comentó que ha hablado de la situación con sus padres, algún amigo o profesor, 19 % (7) refirió haber reaccionado con llanto o en venganza, mientras que otro 19 % (7) comentó que ignoraba por completo la situación.
Asimismo, y en relación con la pregunta ¿De qué manera te acosan mediante teléfono celular?, 35 % (12) respondió que mediante mensajes cortos, 35 % (12) señaló que mediante mensajes multimedia (fotos y videos), 6 % (2) reportó que por medio de llamadas y, por último, 24 % (8) no especificó la manera en que se ha concretado el acoso.
Por último, en el ítem ¿Piensas que prohibir los teléfonos celulares en la institución evitaría que te ciberacosen?, 44 % (15) respondió de forma positiva, 29 % (10) señaló que no, porque lo harían después, fuera de la escuela, mientras que 27 % (9) también indicó que no, porque igualmente los utilizarían en secreto.
Discusión
De acuerdo con los resultados obtenidos, se puede indicar que 31 % los participantes de esta investigación reportó haber sido víctima de ciberacoso (en cualquiera de sus manifestaciones), cifras que se asemejan al 26.6 % reportado por Ortega et al. (2008), en un estudio realizado a una muestra mayor de adolescentes españoles.
Ahora bien, en cuanto al caso concreto del acoso a través de celulares, nuestros resultados (es decir, 27 %) coindicen con los publicados en España por Buelga et al. (2010), quienes determinaron que este fenómeno se manifestaba en 24.6 % de los adolescentes encuestados. Estos números, no obstante, se alejan de los divulgados por Menay y De la Fuente (2014), quienes solo hallaron este tipo de fenómeno en 6 % de los adolescentes chilenos consultados. Asimismo, y en comparación con otros estudios realizados en nuestro país, llama la atención el bajo porcentaje (14.13 %) de este tipo particular de acoso encontrado en el trabajo de Vega et al. (2013), lo cual se puede explicar de diversas maneras, como la permeabilidad del internet en la población mexicana, la proliferación de teléfonos inteligentes en el mercado, el acceso cada vez más irrestricto de los adolescentes a teléfonos celulares, la propagación de aplicaciones orientadas al establecimiento de relaciones interpersonales, etc.
Por otra parte, y en relación con las respuestas subjetivas de los adolescentes, se debe indicar que no se hallaron datos en otras indagaciones para compararlos. Por ende, solo se puede comentar que de los estudiantes acosados a través del celular, 55 % manifestó sentirse afectado emocionalmente, lo cual significa que asumen la posición típica de víctimas ante esa situación.
Igualmente, sobresale que 62 % de los acosados admitieron hablar de ello con algún conocido. Esto representa una oportunidad para que los jóvenes expresen abiertamente su experiencia y trabajen para conseguir una posible reelaboración y subjetivación de lo acontecido. Es decir, gracias a la palabra y a su función catártica se pueden purgar los sufrimientos y devolver cierto equilibrio al sujeto mediante la expulsión de un exceso (Freud, 1893-95/1992). Por último, se debe tomar como una advertencia que 56 % de adolescentes sostiene que la prohibición de los celulares en la institución donde estudian no evitaría la incidencia del ciberacoso.
Conclusiones
A partir de los datos conseguidos en la presente investigación, y comparando estos resultados con los de otros estudios, se puede concluir que el ciberacoso a través de celulares es un fenómeno que no solo se encuentra latente, sino que incluso va en aumento entre la población más joven de nuestras instituciones educativas.
Asimismo, es importante prever para futuras investigaciones que en determinados casos la víctima del ciberacoso puede reaccionar de distintas maneras ante esta situación: por ejemplo, no darle ningún significado o tal vez no querer hablar de ello. Por este motivo, se deben crear otras maneras para intentar acercarse a dicho fenómeno, de forma que se puedan identificar las causas de ello, así como los distintos mecanismos de respuesta de los adolescentes. Esto significa que se deben realizar investigaciones más exhaustivas para identificar los elementos subjetivos que inciden en que un adolescente opte por una u otra postura.
Resumen
Introducción
Adolescentes hipermodernos
De la relación subjetiva con los objetos
Anudamientos al síntoma
Riesgos asociados al uso de la telefonía celular y el internet
Acoso cibernético a través de la telefonía celular
Método
Participantes
Procedimiento
Instrumento
Resultados
Discusión
Conclusiones